¿Os habéis preguntado alguna vez por qué los/as trabajadores/as del grupo y nivel mas bajos del Ayuntamiento gozamos del uniforme más elegante de toda la administración municipal? Por supuesto no es algo exclusivo de Madrid, sino una característica de todo el sector de la administración e incluso del sector servicios en casi todo el mundo.
Los trabajadores POSI del Ayuntamiento pertenecemos a esa larga tradición de oficios en los que se encuadran conserjes, ujieres, ordenanzas, bedeles… tan antiguos como la propia existencia de las clases sociales de ricos y pobres, de propietarios y proletarios. Una visita a cualquier diccionario de sinónimos nos hace encontrar junto a “conserje” las palabras “mayordomo” y “criado”. Todas esas profesiones derivan de una clase de trabajadores cuyo cometido era dar servicio a la gente importante y adinerada, a la gente de clase más alta que ellos/as. Así por ejemplo según el diccionario un ujier era un criado del rey y el término “subalterno”, que se utiliza de forma genérica para este personal en la administración, significa literalmente “inferior, que está por debajo de algo”.
De esta forma, las clases proletarias ocupadas en servir a los señores, tenían que cumplir con la buena presencia que se requería, llevando uniformes de lujo acorde con la categoría de los clientes. Lo mismo que en un hotel de lujo o en un restaurante selecto, los ordenanzas de la administración deben vestir de oro para relucir ante las importantes personalidades a las que van a servir. Es cierto que a los centros municipales acuden todos los ciudadanos sin distinción, pero el uniforme POSI sigue siendo aquel recuerdo del puesto que se ocupa, de la inferioridad como oficio y como clase.
El uniforme de trabajo debe ser una herramienta necesaria para el mismo, como lo llevan empleados/as de mantenimiento o limpieza, para no manchar su propia ropa. El uniforme POSI no tiene ni de lejos esa justificación. El trabajo de “vigilancia y custodia de edificios” o el de llevar correo o incluso el de cambiar una bombilla no requieren un uniforme especial. Los POSI podríamos hacer perfectamente nuestro trabajo con nuestra ropa habitual y con tarjetas identificativas como personal del centro en cuestión.
La función de atención al público por tanto tampoco justifica dicho uniforme, pues muchos administrativos también atienden al público y van con su propia ropa. Y esta función se cumple exactamente igual con las mencionadas tarjetas. Por otra parte consideramos absurdo el ingente gasto del ayuntamiento en uniformes innecesarios todos los años. Si se pretende ahorrar, ahí tienen una partida perfectamente eliminable.
La única razón es una cuestión de imagen. Las apariencias, como siempre. La mayor insistencia de los jefes en que llevemos un uniforme elegantísimo se da cuando acuden las ilustres personalidades políticas a visitar nuestros centros, para que puedan ver a sus criados firmes y perfectamente uniformados, todos a su servicio.
el uniforme debe ser una herramienta de trabajo, nunca un instrumento para marcar clases
sociales
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